martes, 14 de noviembre de 2017

EN EL DIA DE TODOS LOS SANTOS






EN EL DÍA DE TODOS LOS SANTOS

Quiere encontrar mi corazón tu cielo
y en tu cielo, Señor, todos tus Santos.
E interrogarme , Señor, este deseo.
Como la flor eleva su plegaria,
plegaria de amor, aroma y rosa...
sus espinas , Señor, hieren mis manos.
 Veo las tuyas.
 Recuerdo las heridas de tus clavos,
y en mi ansia me siento un acusado.
La sangre que cae de tus manos
lava, yo lo creo, Señor,
a los que esperamos ser tus santos.
Porque siempre, siempre, siempre
quiero y queremos, todos sí, Señor,
que tu amor nos ame eternamente.
¿ Quiénes son tus Santos, Dios mío?
Son los niños de mirada penetrante,
de ojos , de  azul cielo y  brillante
que preguntan por qué
tienen que morir tan pronto
con el dolor de las heridas de la muerte.
Esos niños y niñas, yo sé , Dios mío,
que son algunos de tus Santos.
No puedo entender por qué
su mirada inocente, diáfana y perdida
va al encuentro, a veces, de esta muerte.
Sé , de verdad lo sé, y Tú nos lo dijiste
que está más allá, su despertar,
del sufrimiento, del dolor y de su sangre.
Sólo la respuesta de la Tuya,
con tu corazón roto y sangrante
con tus brazos extendidos y clavados,...
llena mi respuesta
de lágrimas amargas, silenciosas
de hiel seca, amarilla y pestilente
de injusticias, aflicción, hambre, guerra, odio y muerte,...
hace, Dios mío, que comprenda la sinrazón
de tanta injusticia y aflicción, hambre y guerra, odio y muerte.
Que vea en tus Santos, Tu victoria,           Tu libertad y Tu vida
y, que , por fin,
este mundo tan cruel,
luego, ya no existe.
Tus Santos, Dios mío, han sido
los errores de este mundo de la tierra
transformados por el dolor, por el sufrimiento y por Tu muerte.
Acaso, Señor, ¿no están contigo?
Están, Señor, están.
No quiero tu respuesta.

El dolor inconsolable de un niño sin su madre.
El sufrimiento impotente de unos padres
con el recuerdo vacío de su muerte.
La impotencia de un flácido seno de una madre,
con sus pechos secos por el hambre.
Las manos de los sin nada
que buscan incrédulos algo
de los que tienen abundancia.
El silencio, el asombro ante esos hombres
que creen que todas sus ideas
justifican el odio, la violencia
y hasta la muerte...
Son tus Santos, Dios mío,
Señor, tus bienaventurados,
Todos los lázaros, los pobres, los enfermos,
los débiles, los pacíficos, los limpios,
los perseguidos, los necesitados, los sencillos,
los oprimidos, los misericordiosos, los mansos.
Todos, menos yo, Señor, Dios mío,
porque no confío en tus palabras
plenamente.

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