EN EL DÍA DE TODOS LOS SANTOS
Quiere encontrar mi corazón tu
cielo
y en tu cielo, Señor, todos
tus Santos.
E interrogarme , Señor, este
deseo.
Como la flor eleva su
plegaria,
plegaria de amor, aroma y
rosa...
sus espinas , Señor, hieren
mis manos.
Veo las tuyas.
Recuerdo las heridas de tus clavos,
y en mi ansia me siento un
acusado.
La sangre que cae de tus manos
lava, yo lo creo, Señor,
a los que esperamos ser tus
santos.
Porque siempre, siempre,
siempre
quiero y queremos, todos sí,
Señor,
que tu amor nos ame
eternamente.
¿ Quiénes son tus Santos, Dios
mío?
Son los niños de mirada
penetrante,
de ojos , de azul cielo y
brillante
que preguntan por qué
tienen que morir tan pronto
con el dolor de las heridas de
la muerte.
Esos niños y niñas, yo sé ,
Dios mío,
que son algunos de tus Santos.
No puedo entender por qué
su mirada inocente, diáfana y
perdida
va al encuentro, a veces, de
esta muerte.
Sé , de verdad lo sé, y Tú nos
lo dijiste
que está más allá, su
despertar,
del sufrimiento, del dolor y
de su sangre.
Sólo la respuesta de la Tuya,
con tu corazón roto y
sangrante
con tus brazos extendidos y
clavados,...
llena mi respuesta
de lágrimas amargas,
silenciosas
de hiel seca, amarilla y
pestilente
de injusticias, aflicción,
hambre, guerra, odio y muerte,...
hace, Dios mío, que comprenda
la sinrazón
de tanta injusticia y
aflicción, hambre y guerra, odio y muerte.
Que vea en tus Santos, Tu
victoria, Tu libertad y Tu vida
y, que , por fin,
este mundo tan cruel,
luego, ya no existe.
Tus Santos, Dios mío, han sido
los errores de este mundo de
la tierra
transformados por el dolor,
por el sufrimiento y por Tu muerte.
Acaso, Señor, ¿no están
contigo?
Están, Señor, están.
No quiero tu respuesta.
El dolor inconsolable de un
niño sin su madre.
El sufrimiento impotente de
unos padres
con el recuerdo vacío de su
muerte.
La impotencia de un flácido
seno de una madre,
con sus pechos secos por el
hambre.
Las manos de los sin nada
que buscan incrédulos algo
de los que tienen abundancia.
El silencio, el asombro ante
esos hombres
que creen que todas sus ideas
justifican el odio, la
violencia
y hasta la muerte...
Son tus Santos, Dios mío,
Señor, tus bienaventurados,
Todos los lázaros, los pobres,
los enfermos,
los débiles, los pacíficos,
los limpios,
los perseguidos, los
necesitados, los sencillos,
los oprimidos, los
misericordiosos, los mansos.
Todos, menos yo, Señor, Dios
mío,
porque no confío en tus
palabras
plenamente.